sábado, 31 de marzo de 2007

Por qué yo soy un destino. (Ecce Homo) F. Nietzsche

Yo conozco mi destino. Un día mi nombre irá unido a algo formidable: el recuerdo de una crisis como jamás la ha habido en la tierra, el recuerdo de la más profunda colisión de conciencia, el recuerdo de un juicio pronunciado contra todo lo que hasta el presente se ha creído, se ha exigido, se ha santificado. Yo no soy un hombre: yo soy dinamita. Y a pesar de esto, estoy muy lejos de ser un fundador de religiones. Las religiones son cosa de la plebe. Tengo necesidad de lavarme las manos, después de haber estado en contacto con hombres religiosos... Yo no quiero �creyentes�; creo que soy demasiado maligno para creer en mí mismo. Yo no hablo jamás a las masas... Tengo un miedo espantoso de que algún día se me declare santo. Se adivinará la razón por la que yo publico este libro antes, tiende a evitar que se cometan abusos conmigo. Yo no quiero ser tomado por un santo; preferiría que se me tomara por un bufón... Quizá soy un bufón... Y a pesar de esto �o mejor, no a pesar de esto, pues hasta ahora no hay nada más embustero que un santo�, a pesar de esto, la verdad habla en mí. Pero mi verdad es t e r r i b l e, pues hasta el presente, lo que ha sido llamado verdad es la mentira. -Transmutación de todos los valores: he aquí mi fórmula para un acto de suprema autognosis de la humanidad, acto que en mí se ha hecho carne y genio. Mi destino ha querido que yo fuera el primer hombre decente; ha querido que yo me ponga en contradicción con miles de años. Yo fui el primero en descubrir la verdad, por el hecho de que yo fui el primero en sentir -en oler- la mentira como mentira... Mi genio se encuentra en mis narices. Yo contradigo como jamás se ha contradicho, y, sin embargo, soy lo contrario de un espíritu que dice no. Yo soy un alegre mensajero como no lo ha habido nunca, y conozco tareas que son de tal altura, que el concepto ha faltado hasta el presente. Sólo a partir de mí existen de nuevo esperanzas. Con todo esto, yo soy también necesariamente el hombre de la fatalidad. Pues cuando la verdad entra en lucha con la mentira milenaria tendremos conmociones como jamás las hubo, una convulsión de temblores de tierra, un desplazamiento de montañas y de valles, tales como nunca se han soñado. La idea política quedará entonces completamente absorbida por la lucha de los espíritus. Todas las combinaciones de poderes de la vieja sociedad habrán saltado por los aires, porque todas estaban basadas en la mentira. Habrá guerras como jamás las hubo en la tierra. Solamente a partir de mí existe en el mundo la gran política.

viernes, 16 de marzo de 2007

Besos y pugnas entre Dios y el cerebro. Vicente Verdú

Dios no ha muerto, pero buena parte de su infinito imperio lo ha conquistado el cerebro. No la ciencia en general, sino la neurobiología del cerebro en concreto.
Declararse hoy ateo no significa subversión alguna. Unos son ateos, otros creyentes y los demás medio creyentes o medio ateos, de acuerdo a la contingencia, la conveniencia o el estado civil. Pero también cabe ser creyente y no en Dios, o creer en Dios y actuar como si estuviera sordo. Dentro de este surtido multicolor, Dios se ha transformado en un resistente material plástico modulable en mil figuras de unión con la trascendencia, la inmanencia y el corriente oficio de vivir. Lo único en verdad absoluto es el cerebro. La neurociencia muestra reiteradamente que nuestras acciones vienen conducidas no tanto por nuestra santa voluntad como por una malla de conexiones eléctricas que pueden leerse a la manera de Minority Report. Creemos que deseamos a nuestro antojo, pero anticipadamente el cerebro funda el deseo.
¿La libertad? En un artículo del notable psiquiatra Luis M. Iruela en la revista Jano (16-23 febrero 2007) se exponen algunas de las investigaciones del doctor Benjamin Libet de la Universidad de California, que ya en 1983 destacaban la preeminencia de la inconsciencia sobre la intención consciente.
La excelsa categoría de la libertad humana sería sólo una fantasía útil y no una propiedad de la especie. Como consecuencia, los seres humanos representarían con su halo espiritual no tanto la culminación del cosmos como la última entrega de unas reacciones fisicoquímicas. Los conceptos de bondad, de dignidad, de altruismo o criminalidad, habría que remitirlos por tanto al desarrollo de las ecuaciones orgánicas.
Buena parte de los biólogos actuales profesan -según Iruela- el determinismo científico, convicción que el catedrático de física Rolf Tarrach, un valenciano de 1948 y actual rector en la primera universidad de Luxemburgo, expresa así: "(...) las leyes de la física y de la química son suficientes para describir el funcionamiento del cerebro e incluso sus propiedades superiores, como el libre albedrío, aunque en la actualidad aún no tengamos conocimientos suficientes para saber en detalle cómo ocurre." (Revista de Humanidades.2003; páginas 283-288).
Los biólogos no saben con precisión cómo se comporta el cerebro pero dan por descontado que lo gesta todo. La terquedad, la perspicacia, la inteligencia, la destreza, la iniquidad, la ternura o la tortura, se hallan deslizándose por sus laberintos.
Precisamente, según Libet, el deseo lascivo y sus consecuencias no provendría tanto del cuerpo más voluptuoso como de nuestra obscenidad característica. En lenguaje religioso, no cometer pecado exigiría una constricción de grado variable y según la clase de cerebro que se posea.
El libre albedrío sería así una facultad que operará siempre como autocensura y no como proyecto. El proyecto primordial reside en el cerebro y la intervención siguiente acude como una corrección del dibujo original. Corregimos y no inventamos, negociamos más que mandamos. Y todo dentro del mismo espacio cerebral como artefacto omnímodo. Igualmente, las conexiones entre el supremo cerebro y el supremo Dios, sus controversias y sus acuerdos finales fueron ya enunciados sigilosamente por los filósofos españoles Francisco Suárez y Luis de Molina en el siglo XVI al introducir su innovador concepto de libertad: "la libertad de indiferencia".
"Libertad de indiferencia" o capacidad para obrar o no en presencia de todas las condiciones necesarias para la acción. Así, frente a la "libertad de la espontaneidad", fogosa y romántica, la libertad de indiferencia, horizontal y helada. El cerebro congela la ardorosa pasión teologal y se hace una constelación de microdioses en su incontable politeísmo individual. ¿La fe? Desde hace años se expone entre las brillantes obtenciones de la neurociencia.

jueves, 8 de marzo de 2007

La democracia y sus retos en el siglo XXI

Los profesores Monserrat Casas y Joan Botella de la Universidad Autónoma de Barcelona, publicaron en abril de 2003 un interesante estudio sobre la democracia y sus retos para la formación de los jóvenes. Con el título "La democracia y sus retos en el siglo XXI" en la editorial Praxis, encontramos un estudio que en su primera parte recorre la diacronía de la democracia y sus modelos, desde sus orígenes, hasta el presente, analizando la noción de democracia y sus límites y los sistemas democráticos y sus características. En una segunda parte ofrece opciones didácticas de educación en valores democráticos desde una perspectiva curricular así como desde la perspectiva de la comunidad escolar. Finalmente, incluye anexos con diversas Declaraciones y Constituciones de derechos.
Es un libro de interés teórico, especialmente la primera parte, pues contribuye a analizar y reflexionar sobre los significados y aspectos fundamentales del concepto democracia, el cual todos confiamos en conocer claramente, sin quizás habernos detenido demasiado en ello.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Y DIOS ME HIZO MUJER

Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,

los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.

Gioconda Belli
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